La hipertensión, también conocida como presión arterial alta, es una condición médica en la que la fuerza de la sangre que fluye a través de las arterias es demasiado alta. Esta condición es peligrosa porque puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
La presión arterial se mide en milímetros de mercurio (mmHg) y se compone de dos números: la presión sistólica (la presión en las arterias cuando el corazón late) y la presión diastólica (la presión en las arterias cuando el corazón está en reposo entre latidos). La hipertensión se define como una presión arterial de 140/90 mmHg o superior.
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Existen varios factores que pueden contribuir al desarrollo de la hipertensión, incluyendo el estilo de vida y la genética. El consumo excesivo de sal, la falta de ejercicio, el sobrepeso y el consumo de alcohol y tabaco son algunos de los factores que pueden aumentar el riesgo de hipertensión, y por tanto de bajas laborales. Y en casos graves, puede desembocar en una incapacidad permanente.
La hipertensión arterial puede derivar en distintos grados de incapacidad laboral según la afectación en el desempeño de tareas. Esta clasificación permite valorar adecuadamente el impacto en la capacidad de trabajo y definir compensaciones.
Cuando la hipertensión arterial provoca una merma del 33% en la capacidad para realizar las tareas habituales, se considera incapacidad parcial, que conlleva una indemnización. En esta etapa, la persona aún puede desempeñar su actividad laboral, aunque con limitaciones.
Este grado de incapacidad se reconoce cuando la hipertensión arterial impide realizar la actividad laboral habitual. La persona no puede continuar en su profesión de siempre, requiriendo un cambio de ocupación.
Para quienes tienen más de 55 años y sufren hipertensión arterial incapacitante, la incapacidad total calificada conlleva un incremento del 20% en la prestación. Esta medida compensa las dificultades adicionales para reincorporarse al mercado laboral.
La hipertensión arterial que afecta de forma extrema y continua impidiendo cualquier actividad laboral se clasifica como incapacidad permanente absoluta. Esta condición priva al trabajador de toda posibilidad de empleo remunerado.
En los casos más graves, la hipertensión arterial puede evolucionar hasta un estado en el que la persona necesita ayuda constante de terceros para realizar las actividades esenciales. Esto constituye el grado de gran invalidez.
Para gestionar adecuadamente la solicitud de incapacidad por hipertensión arterial, se deben seguir los siguientes pasos:
Al solicitar una incapacidad permanente, el Instituto Nacional de la Seguridad Social tiene un máximo de 135 días para emitir una respuesta. Si no hay respuesta dentro de ese tiempo, la solicitud se considera automáticamente denegada, lo que se conoce como “silencio administrativo”.
En caso de esta denegación automática, el solicitante tiene 30 días hábiles para presentar una reclamación previa si desea insistir en su solicitud. Si el INSS rechaza también esta reclamación, se dispone de otros 30 días hábiles para llevar el caso ante los Juzgados de lo Social con una demanda judicial.
La evaluación de la hipertensión arterial considera la gravedad de la presión alta y sus efectos en el cuerpo, como posibles daños en órganos vitales. Esto determina el impacto en la capacidad laboral del trabajador afectado.
En esta fase, se mide cómo la hipertensión arterial limita la función diaria y el rendimiento en el entorno laboral. La evaluación funcional ayuda a establecer si el trabajador está en condiciones de seguir con su actividad profesional.
El Tribunal Médico revisa el historial clínico y funcional del trabajador, evaluando el impacto de la hipertensión arterial. Con base en sus conclusiones, decide si la enfermedad justifica la concesión de una incapacidad permanente.
La baja laboral permite al trabajador con hipertensión arterial tomar un periodo de descanso, necesario para controlar su salud. La duración depende del grado de afección y del riesgo de complicaciones futuras.
Las recomendaciones médicas buscan controlar la hipertensión arterial a través de cambios en el estilo de vida, como ejercicio y dieta, y medicamentos específicos. Estas indicaciones pretenden evitar que la condición empeore y afecte la capacidad laboral.
Para solicitar la incapacidad por hipertensión arterial, es fundamental presentar informes médicos detallados que incluyan diagnósticos, tratamientos seguidos, resultados de pruebas, y cómo la enfermedad afecta la capacidad funcional del trabajador.
Los abogados especializados en incapacidades pueden guiar al trabajador en el proceso de solicitud, reclamaciones o demandas judiciales. Su experiencia ayuda a que la solicitud esté respaldada correctamente y que se respeten los derechos del solicitante.
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Los casos previos de incapacidad laboral por hipertensión arterial permiten conocer cómo se han evaluado solicitudes similares, ofreciendo una referencia útil sobre qué pruebas y justificaciones pueden ser necesarias en el proceso.
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